12 de febrero de 2010

La estatua parlante de Roma

Pasquín (Pasquino en italiano) es la más famosa de todas las “estatuas parlantes” de Roma, situada en un ángulo del Palacio Braschi, a pocos metros de la Plaza Navona, ocupa esta posición desde 1501. Feo, mutilado y corroido se desconoce quién es su autor y a quién representa. Las especulaciones sobre lo primero mencionan a Agathon, Athenodoros y a Glykon. Respecto a cuál era su aspecto original algunos autores hablan de un gladiador, Hércules realizando uno de los siete trabajos, a un soldado de Alejandro Magno que lo sostiene cuando está desvanecido en el Cidno, a Ayax que transporta el cadáver de Aquiles o a Menelao con el cuerpo de Patroclo. También su nombre tiene varias paternidades, Aretino decía que Pasquín había nacido de los amores clandestinos de las musas con los poetas vagabundos pero la teoría más extendida hace de Pasquín un sastre. Pasquín sería un conocido sastre de la corte y la curia romana, por su posición estaba al tanto de de los secretos de la ciudad y por su franqueza, y sus poderosos amigos, se le permitía hablar libremente. Pronto su nombre se convirtió en maledicencia procedente de buena tinta (“lo ha dicho Pasquín”). Muerto el sastre, mientras se reparaba el adoquinado de cerca de su taller, se encontró la estatua despedazada que fue levantada y colocada ante la sastrería de Pasquín. Pronto el pueblo comenzó a denominarla con el nombre del sastre y en torno a ella el cardenal Oliviero Carafa, a principios del siglo XVI, desarrolló una fiesta anual todos los 25 de abril. En esta fiesta se vestía la estatua de divinidad clásica y se fijaban en ella epigramas latinos, academicistas y aduladores, que luego eran publicados en opúsculos. Pero con el correr del tiempo se sustituyeron los elogios por sátiras y el latín fue sustituido por el romanesco, el dialecto romano. Habían nacido las pasquinadas que ponían en su punto de mira al pontífice, a la curia romana, a las costumbres, los sucesos y los personajes de la ciudad. Hubo papas que atrajeron las pasquinadas, Alejandro VI y la familia Borgia en general, por ejemplo:

Alejandro vende las llaves, los altares. Cristo: con buen derecho puede vender lo que había comprado antes. De vicio en vicio, de la llama al incendio, Roma perece bajo el dominio español. Sexto Tarquinio, Sexto Nerón, Sexto también éste: siempre bajo los Sextos Roma fue arruinada.

También hubo pasquinadas para León X que se lo tomó con humor y protegió la estatua a lo cual respondió el mármol con agradecimiento y cubriéndose con uno de sus pocos versos favorables.

Sin embargo Adriano VI ya no simpatizó con las críticas y prohibió la fiesta. Cuentan que trató de hacer pedazos las estatua por maledicente para después arrojarla al Tíber, pero el poeta Torcuato Tasso le aconsejó que no lo hiciera: “porque de sus restos, de la orilla del río, nacerían infinitas ranas que croarían noche y día”. Aún en el fondo del río Pasquín no se habría callado. Decidieron actuar entonces contra los autores de las “pasquinadas”, en el siglo XVIII los que fueran descubiertos sufrirían la “pena de la vida, confiscación de bienes y perpetua infamia”. Durante algunos de los cónclaves que eligieron papas la estatua llegó a estar vigilada por unos centinelas permanentes. A veces la propia estatua se burlaba de las medidas, como cuando respondió a un riguroso edicto del papa Sixto V contra las pasquinadas apareciendo con el vientre hinchado y un letrero que decía: “Reviento por no poder hablar”. Como le ponían las cosas difíciles Pasquín tuvo intención de marcharse:

¡Roma, adiós! Te he visto y me basta. Cuando sea rufián, meretriz, bufón y mentiroso, volveré.

Pero no se decide a abandonar la ciudad y todavía hoy se siguen colocando pasquines en la estatua. Hubo épocas en que hacerlo era bastante más problemático, por ejemplo un audaz se arriesgó mucho al colocar un pasquín que criticaba la Roma enmascarada de cartón-piedra que recibía a Hitler:

Roma de travertino vestida de cartón, saluda a su encalador, su próximo patrón.

En sus denuncias Pasquín no estuvo solo. Aunque ninguno alcanzó su fama, había otras estatuas parlantes en la ciudad, como Madama Lucrecia, Marforio, Abad Luigi, Il Facchino o Babuino. Fuente consultada: Expamicron

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